“La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”. Gabriel García Márquez,
Es conocido que algunos escándalos internacionales como el de News of the world suponen una importante pérdida de credibilidad para la profesión periodística, además de poder en entredicho los códigos internos de buenas prácticas. Esa pérdida de credibilidad es lo peor que le puede ocurrir a un medio de comunicación. Sin embrago, no se puede aceptar que los periodistas recurran a medios ilícitos para conseguir exclusivas impactantes en aras de una mayor audiencia, como en el caso citado. Un ejemplo de cómo la necesidad de regulación profesional llama a las puertas de las redacciones pero no como un visitante de lustre, sino como un invitado permanente.
Como señalaba Dolores Masana en su artículo sobre el tema[1], “la prensa se debate entre el escándalo, la opacidad, la desinformación cuando no la transgresión de la ética”. Es evidente que no todo vale en la profesión, pero también es evidente que la lucha por la audiencia, lo cual es sinónimo de la lucha por la publicidad y la consecuente supervivencia económica de medios y profesionales, está llevando en algunos casos a un importante deterioro de las rutinas de trabajo y por ende al relajamiento de los requisitos mínimos de calidad periodística, lo cual pone en peligro el comportamiento ético de los profesionales en aspectos como el contraste de fuentes y datos o la protección del derecho al honor. A veces da la impresión de que los medios han ido derrotando hacia las peores versiones de la prensa del corazón o hacia un amarillismo más propio de las campañas políticas de Hearts que de la prensa seria que pretendemos consagrar.
La citada autora resume con acierto algunas cuestiones de carácter general sobre la ética al catalogarla como un requisito “transversal, permanente y universal desde cualquier soporte de prensa”. En periodismo la deontología profesional aparece como la única garantía para la credibilidad de los medios ante los ciudadanos. Estoy plenamente de acuerdo con que la supervivencia del periodismo dependerá en buena medida de esa responsabilidad ética que los medios y los propios profesionales asuman respecto a los derechos de los ciudadanos a recibir una información veraz mediante una buena praxis de la profesión periodística, más allá de las luchas empresariales y en algunos casos, de las competencias de egos.
Si el periodismo libre, profesional e independiente se entiende como una de las garantías democráticas con las que cuenta el ciudadano, “la ética periodística es una herramienta fundamental para la evolución de la vida democrática de cualquier sociedad”, como señala Masana.
[1] Masana, Dolores. Ética y periodismo: no todo vale, EL PAÍS, 28 julio 2011:
http://elpais.com/diario/2011/07/28/opinion/1311804005_850215.html (Consulta del 12 de marzo de 2013)