martes, 29 de noviembre de 2011

Un extraño concepto de educación…

Alberto Pinteño trabaja para la revista Vanity Fair (edición española), sale muy guapo en sus fotos de Facebook con Carmen Lomana y gentes de ese pelaje,  y en el último número de aquella  publicación nos regala una entrevista con un tal Sebastián Palomo Danko, que según parece es hijo de Palomo Linares y su hasta hace poco esposa. Es el mozo que sale en la foto de David Dunan que ilustra esta entrada y la propia entrevista.

Yo, que no ando muy versado en estos temas cardio-informativos, no le veo el interés periodístico a la figura de este chico por ninguna parte, por más que asegure en la citada entrevista ser torero, además de abogado, pero allá Lourdes Garzón y sus decisiones como directora de este medio que tan acertadamente parece dirigir, aunque a veces resulte tarea ímproba encontrar textos entre tantos anuncios… para que luego digan que hay crisis.
No me meto ni con la publicación, ni con el presunto torero, que conste. Que me da igual, vaya. Pero lo que sí me parece discutible es el criterio del compañero Pinteño a la hora de calificar a su entrevistado como “exquisitamente educado, paciente e imperturbable” tras nueve páginas de fotos y entrevista donde el Palomo se despacha a gusto con perlas como las que a continuación transcribo de manera literal…
Solo en una página y a dos columnas con un enorme ladillo, nos regala estas perlas: “Si dentro de algún tiempo me tocan los cojones, quien sabe…”; “el querer por cojones a alguien (…) se llama obsesión”, “no tengo ni puta idea”, “eso es una gilipollez absoluta” y “si me pareces un gilipollas te lo digo”. Mira, en eso coincidimos. A ver si consigo tu teléfono, hombre.
Se ve que no contento con tanta “exquisita educación”  (Pinteño dixit) y azuzado probablemente por un representante que sabe lo que vende, el diestro (es un decir) nos sigue regalando finuras:  “La felicidad perfecta es un polvo”; “no he ido nunca de putas, pero algunas noches me han salido más caras”, “a mí me parece divino ir de putas, es la oferta y la demanda”, “nunca he pagado a una puta pero seguramente me haya acostado con varias”, “era por joder”, “no hago un carajo por los pobres, miro y digo ¡que putada, que no me toque!, “a mi no me da un crédito ni Dios” (tampoco me extraña, me atrevo a señalar)…
En definitiva, todo un dechado de exquisita educación en palabras del redactor de la noticia, que por si no nos había demostrado con esto su capacidad de análisis y su criterio valorativo, nos lo mejora con otra lindeza propia de una mente privilegiada: “No parece responder al cliché de machista, celoso, ultraconservador y católico, no es un torero al uso”. Bueno, al menos se atisba cierta sombra de duda…
Además de un profundo desconocimiento del mundo taurino, este periodista necesita una revisión urgente de conceptos básicos, si nos ocupamos de las otras prendas que nos regala el matador-abogado: en relación a esa imagen a la que Pinteño nos dice que no responde y sin tener en cuenta lo referenciado hasta ahora (la reiteración del término “puta” por definición y por extensión puede dar pistas, por no hablar de la siguiente burrada: "pegar a una mujer… no se puede decir nunca jamás"..) pasemos a reproducir más declaraciones de este catalogo de virtudes:
“¿Católico? Sí, creo en Dios Santo todopoderoso, que está en el cielo. Y en el Papa también”. Así mismo, y sin asombro de ironía. Recordemos a Pinteño:  “No parece responder al cliché de machista, celoso, ultraconservador y católico…” En fin. ¿Necesitas más pistas? Vamos a dártelas: “Cuando el cura dice la homilía me echo a dormir. Quizá estoy pensando más en lo guapísima que es la chica de al lado o en la que está tres bancos más adelante” Ahí es nada. Y pocas líneas después, demagogia política nada conservadora: “El 15 M se ha quedado en una pataleta propia de una rebeldía adolescente (…) me fastidian aquellos que van de progres y no se rascan el bolsillo para darle una propina a un pordiosero”.
De manera que Pinteño considera que semejante cascada de improperios de barra de bar cutre se corresponden con una exquisita educación, pero ¿dónde han educado a este tío? ¿lee lo que le contestan? ¿lee lo que escribe? No soy persona indicada para demonizar unos tacos de los que uso con demasiada asiduidad, pero no asumo que  cataloguen de “exquisitamente educado” a quien con tanta alegría los utiliza. Cuando nos arriesgamos a calificar a alguien en nuestros textos, arriesgando nuestra presunción de objetividad, debemos dedicar unos minutos a repasar lo que tenemos escrito, de lo contrario nos podemos encontrar con barbaridades como la descrita.
Porque al lector se le debe un respeto. Y a las posibles mentes aún por formar que alcancen estas páginas no se les puede transmitir la idea de que un caballero con tal gusto por la palabra puta sea un modelo de conducta ni de educación.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Hombres lobo depilados a la cera


Como ha sido un fin de semana bastante duro (¡hasta he hecho deporte!) llegué al domingo noche cansado, con ganas de plegar velas en casa y pasar la velada en buena y tranquila compañía. De manera que atrincherado en el sofá me dispuse después de una cena temprana a consumir la bazofia habitual que la tele quisiera vomitarme encima.
El telediario de un tiempo a esta parte me da un sueño horroroso (por culpa seguramente de las primas de riesgo) y creo que fue en el mismo momento en el que el inquietante rostro de Soraya Sáez de Santamaría asomó a mi plana pantalla en el que me rendí a Morfeo. Será por su estrabismo, o por el tono de voz, o por el recuerdo de aquellas pavorosas fotos de EL MUNDO,  o por ser de Valladolid, no sé, pero el caso es que su televisiva presencia me produce casi siempre este efecto. Narcolepsia conservadora, me dice con sorna mi médico de cabecera…
Quedarse dormido viendo la tele es un lujo del que pocas veces puedo disfrutar, pero de verdad que las pocas veces que esto sucede, cuesta hacerme volver de un mundo onírico plagado de cenas con Irina Shayk y cañas con Patricia Conde; lleno de jefes inteligentes y compañeros coherentes, políticos valientes y chuletones de buey a la brasa regados a base de Enate.
En esta ocasión, disfruté de ese mundo ideal no menos de una hora y al despertar el rectángulo LED me ofrecía una película del gusto de los chavales de ahora: vampiros, pero no de esos con capa y gomina de toda la vida, y hombres lobo, pero no de esos de pelo en pecho de toda la vida. Por un rato, creí estar en un “revival” otoñal del Día del Orgullo Gay con tanto chavalote musculado de corte de pelo mega-fashion. Que luego está lo de los torsos depilados, que en un vampiro moñas, pase ¿pero en un hombre lobo? Pensaba yo que la licantropía y la depilación láser estarían siempre reñidas, pero en eso también me equivoqué…
Ni que decir tiene que el mejor actor de toda la peli me pareció un árbol que sale nevado casi al final, al lado de una panda de góticos light con pinta de necesitar urgentemente un buen bocata de sardinas… y una inmersión lingüística en el Barrio Chino de Ankara. Ni que decir tiene tampoco que no me explico el éxito de semejante bodrio entre nuestras juventudes, pero eso se da por sentado: me preocuparía mucho coincidir en gustos fílmicos con las twite-hordas adolescentes de hoy en día.
Y así terminó el último fin de semana de este noviembre de 2011, asombrándome de lo fácil que lo tienen algunos actores (¿?) allá por los States para hacerse millonarios y famosos a las primeras de cambio, mientras que aquí tenemos al pobre Resines currándoselo desde hace treinta tacos y teniendo que enfundársela haciendo remakes de Cheers para Telecirco.
Claro que la culpa la tiene él por ser español, velludo, bajito y calvo. A quien se le ocurre.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Seis meses después: Recuerdos del 15-M


Anti capitalismo y Coca Cola

Todo transcurría según lo previsto. Rastas, pendientes y eso. Pero metió la mano al bolsillo de sus Levi´s y sacó un paquete de Marlboro. Lo encendió con su Zippo. Siguió hablando con el periodista de la lucha contra el imperialismo, de los desafueros de la globalización, de las maldades del capitalismo y de la progresiva decadencia de una educación social mientras tiraba la colilla al suelo. Cuando terminó, sacó su Iphone para contarlo en su perfil de Facebook y twitear. Alguien se le acercó con una Coca Cola y le ofreció. El bebió con ganas. Manifestarse contra el sistema parece que da sed. Y a mí me pareció llamativa la imagen y digna de ser contada.
Porque el caso es que el asunto de los autodenominados “indignados” o del Movimiento 15-M se ha convertido en uno de los temas más recurrentes de tertulias de amigos, reuniones tras el trabajo (nunca durante) e incluso comidas familiares. Todo el mundo tiene una opinión bien formada según el color de la empresa periodística con la que se lo hayan hecho mirar, desde la tolerancia dicharachera de La Sexta hasta los pre-constitucionales reclamos bélicos de Intereconomía.
Me parecía esperanzador que miles de ciudadanos decidieran declararse hartos de todo y aprovecharan el clima pre-electoral para lanzarse a la calle a manifestarse, o a acamparse, o a lo que sea, pero no me lo acababa de creer del todo. Una vez más unos cuantos bienintencionados parecen haber sido manipulados por unos pocos malintencionados. He visto filtrarse demasiadas propuestas programáticas de algún partido político que rebusca entre los votantes desencantados con las dos principales fuerzas electorales del país y demasiados llamamientos a la reforma de un sistema electoral que el 99% de los manifestantes desconocen como para creerme del todo este movimiento. La Red nos permite además identificar como asesores políticos a alguna de las cabezas visibles de las protestas de la Puerta del Sol.
Viendo las diferencias en la actitud de los manifestantes antes y después de la pasada jornada electoral, me resulta todo demasiado previsible: la gran mayoría han levantado el vuelo y se han marchado a casa nada más terminar las elecciones municipales, como si el deber ya estuviera cumplido. Pero el caso es que el paro sigue igual, los problemas para acceder a la vivienda son los mismos luego… ¿para qué rendirse? Con esta retirada el movimiento pierde en alguna medida la razón de sus reivindicaciones, sobre todo vista la deriva violenta que están tomando algunas de sus actividades en los últimos días.
Una vez más, la esperanza cae golpeada por la realidad.

martes, 15 de noviembre de 2011

La sobreinformación en Internet

A la hora de reflexionar sobre la sobreinformación en Internet, conviene aclarar alguno de los criterios que rigen el posicionamiento de las webs en los buscadores y aportar medidas para mejorar la accesibilidad de información en la red. En el ámbito digital, posicionar un sitio consiste en optimizarlo para que aparezca en las primeras posiciones de las páginas de resultados de los motores de búsqueda. Así mismo, podemos definir posicionamiento web como “el conjunto de procedimientos y técnicas que tienen como finalidad dotar a un sitio o a una página web de la máxima visibilidad en Internet”, según Codina y Marcos.

Estos mismos autores señalan que en la actualidad existen dos factores fundamentales respecto al posicionamiento: el uso de los motores de búsqueda como fuente de información privilegiada sobre la Web por parte de los internautas y el hecho de que los usuarios de motores de búsqueda apenas consultan más allá de los primeros veinte o treinta resultados, con una abrumadora mayoría que únicamente revisa los diez primeros.

Cuando nos proponemos analizar el posicionamiento de un sitio lo hacemos a través de una o más palabras que nos sirven para comprobar, por ejemplo, cuáles son los sitios mejor situados. A estas palabras las denominamos palabras clave.

Como segundo criterio, los metadatos  son datos sobre sitios o sobre páginas web que ayudan a su indización tanto como a su presentación (ranking) en las páginas de resultados de los motores. Por tanto, los metadatos ayudan a la visibilidad de los sitios. Pero sucede que algunos elementos que técnicamente son metadatos son ignorados por los motores de búsqueda; mientras que elementos de sitios web que, en rigor no son metadatos, los motores de búsqueda los utilizan de facto como tales.

En tercer lugar, consideremos la “visibilidad” y PageRank. El primero es el término acuñado, por los ingenieros de Google para referirse a una medida que indica el número de enlaces que un sitio web recibe de otros sitios y la calidad de los mismos esto es, si esos sitios tienen a su vez una alta popularidad hipertextual, es decir, si esos sitios a su vez son muy enlazados. La medida numérica que ha establecido Google relacionada con la visibilidad o popularidad hipertextual se denomina PageRank. El PageRank de un sitio es un número que será mayor cuantos más enlaces reciba de páginas web que, a su vez, tengan un buen PageRank.

En cuarto lugar, la “relevancia” es la capacidad que tiene un documento (un sitio o una página web) de satisfacer una necesidad de información de un usuario. Es decir, el grado de utilidad de un documento en relación con una pregunta concreta. Los motores de búsqueda ordenan los documentos presentados en la página de resultados utilizando algoritmos que tratan de inferir la relevancia de cada página en relación con cada pregunta, de modo que entregan los resultados ordenados por el grado de probabilidad de resultar útiles para la necesidad de información expresada por el usuario.

La “popularidad” es el número de visitas que recibe un sitio o un dominio y, según algunas versiones, incluye también el número de páginas servidas por dicho sitio o dominio. Una de las medidas de popularidad más conocidas es Traffic rank, que determina Alexa. Este cálculo combina tanto el número de usuarios que visitan un mismo dominio web como el número de páginas vistas por los usuarios en ese dominio.

El “anclaje” es el punto de inicio o de destino de un enlace. Este punto de inicio puede ser un texto (ya sea una sola palabra o una frase) o una imagen. En posicionamiento es importante tener presente el concepto de anclaje (y no sólo el de enlace) porque el texto que forma parte de las etiquetas de los anclajes tiene influencia en la visibilidad de un sitio ya que los motores de búsqueda lo interpretan como una forma de metadatos.

Finalmente, los “enlaces recibidos, de salida e internos” son relevantes, pues un enlace es la unión entre dos secciones de un mismo sitio web o entre dos sitios web y en posicionamiento los enlaces juegan un papel muy importante, ya que los motores de búsqueda utilizan el análisis de enlaces (o análisis hipertextual) para tratar de inferir no solamente los temas, sino la calidad o la posible condición de “autoridad” de un sitio web.

Hay que tener en cuenta también que la rapidez de distribución vía Internet es un factor determinante para el crecimiento exponencial de la información en la red. Tal cantidad de información, en palabras del premio Nobel de la Paz de 1986 Elie Wiesel, supone que "estar sobreinformado es como estar mal informado". Ante esta confusión y falta de claridad conviene por tanto la utilización de algunas herramientas o  habilidades en la búsqueda, selección, manejo y procesamiento de la información.

En primer lugar, el consumidor de información deberá ser consciente de la hiperinformación existente y deberá tener el criterio necesario para adoptar una actitud crítica con la información incompleta, errónea o con falta de estructura, poniendo en delante exclusivamente la información que se traduzca más fácilmente en conocimiento.

El usuario crítico será aquel capaz de evaluar y ponderar la calidad de la información y seleccionar las fuentes de información apropiadas. Para acceder a la información deseada, mejorando su accesibilidad y distribución, se utilizan los motores de búsqueda, los directorios y las páginas de enlace por lo que incidir en la creación de bases de datos o catálogos con la información, presentar listas de sitios con información relevante y  afinar en la elección de palabras son parte de las soluciones en este ámbito. Es necesario además que se multipliquen los esfuerzos en formación de usuarios de manera urgente en lo orientado a tener claros los objetivos de la búsqueda definiendo qué información va a ser más importante para lograr estos objetivos para acotar cuales son las mejores fuentes de información.

La interacción a la hora de compartir formación es fundamental: la puesta en común de las experiencias de toda la comunidad digital durante el proceso de búsqueda de información gracias al uso de distintas técnicas como pueden ser los “tags”, la creación de perfiles de usuario internauta o consumidor. Así sitios como Amazon ofrecen ofertas “bundle” al ir a comprar un libro y nos señala otros productos que han comprado la gente que se ha llevado ese mismo libro, o programas como Yoono nos permiten ver que gente visita las mismas páginas que yo, las páginas o contenido de interés basándose en nuestro patrón de navegación y de “tagging”. Se consigue disminuir la talla relativa de esta información y disminuir el proceso de búsqueda de información, limitando el “ruido” de páginas a interés reducido.

Señalemos a continuación algunos casos para ilustrar el problema de la maldad o bondad de las informaciones en la red: busquemos información sobre el pintor Francisco de Goya en la red e introduzcamos en el buscador de Google la palabra “Goya”. No considerando la opción de Wikipedia la segunda entrada corresponde a la página oficial de los premios Goya del cine español.

Acudamos pues a la tercera, en la que se anuncia una biografía del pintor: http://www.imageone.com/goya/index1.html En cuanto al sitio y  la información, la página muestra un breve texto con dos pequeñas imágenes del pintor (de carácter decorativo), no contiene ningún enlace a otras páginas de interés, no especifica quien es su autor y no se incluye fecha de creación, revisión o actualización. No aporta documentación ni bibliografía, es poco precisa y sin información original ni resúmenes ni metainformación. Estéticamente hablando, resulta una página pobre. A la luz de estos datos, podemos concluir en la baja calidad tanto del sitio como de la información que en él se contiene.

Sin cambiar el buscador ni acudir a bases de datos o textos académicos para no introducir criterios diferentes en la comparación, acudamos a las referencias siguientes, entre las que nos encontramos con la página http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/pintores/2085.htm, en la que al aplicar los mismos criterios que en el ejemplo anterior llegamos a la conclusión de estar ante una mejor información que en el caso anterior. La cantidad y calidad de enlaces, la abundancia de datos contrastables y verificables a través de hipertexto, el uso de imagen y vídeo como elementos de apoyo, la autoría del texto y el aporte de documentación extra nos lleva a la conclusión de estar si no ante la mejor de las fuentes de información sobre el pintor aragonés al menos sí ante una mejor información que en la página anterior.

La sobreinformación como mecanismo de censura

Ignacio Ramonet (ex director de Le Monde Diplomatique) habla de “la censura democrática” y explica el término de la siguiente manera: “tenemos la idea de que la censura tiene que ver con la amputación o con el recorte pero en el contexto presente la censura funciona mediante la sobreinformación en un contexto de tiempo real, de información urgente, que no te da tiempo para saber distinguir entre lo que vale la pena y la que no”. Esta falta de tiempo a la hora de valorar las fuentes producto de la sobreinformación, conlleva una relajación intelectual y la adopción en muchos casos de hábitos basados en la utilización de atajos a la hora de recabar información, lo que pudiera significar un cierto modo de censura producto más del sistema en sí mismo que de alguna intencionalidad programada como en el caso de la definición clásica de censura como falta de información. El hecho de que exista tanta información, no nos hace darnos cuenta precisamente de la que falta, y en esto se basa el nuevo concepto de censura por desinformación.

A la hora de ejemplificar en un apartado anterior la calidad de la información y siguiendo a los profesores Salvador Oliván, Angós Ullate y Fernández Ruiz, hemos especificado alguno de los criterios para testar tanto la calidad de páginas web como de sus contenidos y que resumimos en la siguiente enumeración: autor (tanto del texto como de la propia web, si fueran diferentes) como fuente de autoridad, mantenimiento, fechas de creación; revisión y última actualización, objetivo y audiencia, falta de sesgo, calidad de la escritura, pertinencia, metainformación, precisión y exactitud de los contenidos, existencia de enlaces a otros sitios, diseño y estructura, navegación interna, estabilidad, facilidad de uso, ilustraciones y gráficos, uso de software adicional y utilización de diferentes formatos.

Los cínicos no sirven para este oficio


 "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas" 
 Rard Kapúscinski




Con la llegada (parece que definitiva) del otoño y la presencia de un nuevo sofá en el salón, este fin de semana dejé apartada la novela para dedicar unas horas al ensayo de 1999 del periodista y escritor polaco Rard Kapúscinski (1932-2007) que lleva por título Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo. En la obra se muestra el modo de entender y hacer periodismo de este autor, galardonado entre otros con el Premio Príncipe de Asturias de comunicación y humanidades en 2003.

Desde una perspectiva un tanto pesimista, el periodista polaco arremete contra la poca especialización del periodismo actual y denuncia la prevalencia de los intereses económicos de las empresas informativas frente a la calidad del trabajo periodístico. Propone como labor del periodista mostrar el mundo tal y como es y no crear su propia realidad a través de una selección informativa que como poco podemos calificar como discutible.

Como mejor ejemplo de lo que sostiene (en este texto y en el conjunto de su obra) nos muestra la ignorancia voluntaria y responsable de los medios de comunicación de los graves problemas existentes en el continente africano, donde se nos mostró la catástrofe de Ruanda cayendo en la falacia de confundir la parte por el todo debido al propio desconocimiento que periodistas y medios  tienen de la realidad del continente, generando un caudal informativo tan vasto como descontextualizado.

Gracias a este ejemplo, podemos reflexionar además sobre el contrasentido que supone el hecho de que en medio de un desarrollo tecnológico como el que vivimos en nuestros días, grandes zonas del planeta puedan quedar aisladas informativamente hablando por culpa de los desplazamientos en masa de los medios, alentados por las empresas de información en virtud de aquellos criterios de competitividad ya señalados. De esta manera, serían los medios quienes gracias a la selección informativa decidida en virtud de unos criterios no meramente periodísticos “crean” la Historia y no se limitan a narrarla en su contexto.

Por tanto, la necesidad de profundizar en los conocimientos sobre lo que se está informando favoreciendo la especialización en la profesión, aparece como posible solución ante este problema ejemplificado en este texto por Kapuściński. Esto nos lleva a suponer que la actualización y el fácil acceso a ese conocimiento (gracias en gran medida al proceso de documentación informativa) son fundamentales para revertir una situación claramente negativa no solo para el ejercicio del periodismo sino para el derecho ciudadano al libre acceso a una información veraz.

Si esta especialización conllevara además una mayor capacidad de contextualización por parte de los profesionales, estaríamos evitando que los medios crearan la Historia para favorecer que simplemente cumplieran con su función contándola.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La obsolescencia programada: de la obligación a la seducción

¿Cuántas veces hemos escuchado “sale más barato comprar uno nuevo que arreglarlo”? Baterías agotadas a los pocos meses de la compra, impresoras bloqueadas al alcanzar un número predeterminado de impresiones, bombillas fundidas a las mil horas... ¿Por qué, pese a los avances tecnológicos, los productos duran cada vez menos?


En el cuartel de bomberos de Livermore  (California) encontramos la bombilla más antigua del mundo, que lleva encendida sin interrupción desde 1901, y se ha convertido en un fenómeno mediático ya que está en internet 24 horas al día y de momento ha terminado ya con dos webcams. El filamento fue inventado para durar, la meta de los fabricantes era una larga vida para sus bombillas: en 1881 la primera bombilla duraba 1500 horas. En 1911 se anunciaban bombillas con una duración certificada de 2500 horas pero en 1924 los principales fabricantes pactaron limitar técnicamente su vida útil a 1000. El cártel que firmó este pacto, llamado Phoebus, oficialmente nunca existió pero hoy sabemos gracias a las investigaciones del historiador alemán Helmut Höege que empresas como Philips u Osram presionaron al resto de fabricantes con un sistema de multas para cumplir esta nueva norma. En las décadas siguientes pese a que se patentaron bombillas con una duración de hasta 100.000 horas, nunca llegaron a comercializarse.

La obsolescencia programada había nacido en realidad con la producción en masa y la sociedad de consumo: un artículo que se no se gastara se consideraba una tragedia para los negocios. Con la producción en masa bajaron los precios de los productos y los ciudadanos empezaron a consumir por diversión y no por necesidad produciendo una aceleración de la economía. En 1929 con la crisis de Wall Street se inició una grave recesión que frenó el consumo y una nueva propuesta apareció para reactivar la economía: Bernard London sugirió hacer obligatoria la obsolescencia programada consiguiendo que siempre hubiera mercado, producción, consumo y trabajo para todos. Su idea paso inadvertida y la obsolescencia obligatoria nunca se llegó a poner en práctica… de manera legal.

En los primeros años 40, las medias de nylon de Dupont consiguieron una larga durabilidad gracias a los trabajos de investigación de sus laboratorios, pero al darse cuenta de que tal avance frenaría las ventas, se obligó a dar marcha atrás para hacer más frágil el compuesto y favorecer de esa manera el consumo: los mismos químicos que consiguieron un hilo eterno, trabajaron para reducir la vida de su invento. Tal circunstancia se citaría incluso años después en la película de Guinnes El hombre de blanco y se refleja en la Muerte de un viajante de Miller.

Ya en la década de los cincuenta, la obsolescencia programada daría un giro radical: no se trataba de obligar al consumidor sino de seducirle a través del diseño y el marketing para la compra y lograr la libertad y la felicidad a través del consumo ilimitado: la sociedad estadounidense de la posguerra sentó las bases de la sociedad de consumo actual.

La sociedad reacciona ante la obsolescencia programada

Pero hoy en día, algunos consumidores han hecho frente a la obsolescencia programada gracias en buena medida al fenómeno Internet: en 2003 y gracias al video web de un video artista, la empresa Apple recibe una demanda colectiva por culpa de la baja caducidad de la batería irreemplazable de sus iPod. Medio siglo después del “cártel de las bombillas”, la obsolescencia programada llegaba a los tribunales por culpa de unas baterías defectuosas que la empresa se negaba a reponer obligando a los consumidores a comprar de nuevo el producto completo. Tras meses de negociaciones se creó un servicio de recambios y se prolongó la garantía del producto, además de que los querellantes recibieran una compensación económica por las molestias causadas.

Otra de las consecuencias de la reducción de la vida útil de los objetos gracias a la cultura del “usar y tirar” es la titánica generación de residuos que provoca la sociedad de consumo. Quienes más sufren este problema con el flujo de deshechos son los habitantes del llamado Tercer Mundo, pese a la prohibición internacional los residuos electrónicos se declaran productos de segunda mano con la coartada de reducir la brecha digital con los países desarrollados y acaban desperdigados sin tratamiento alguno por los campos de África, convertida así en el vertedero electrónico del Primer Mundo. 

Esta situación ha llamado la atención a ciudadanos de todo el mundo siguiendo la teoría de algunos críticos que consideran este sistema como no sostenible habida cuenta de los recursos limitados de un planeta finito. Se empiezan a crear redes de ayuda para compartir experiencias y conocimientos posicionándose frente a la obsolescencia programada a través de un ideario revolucionario. Proponen imitar el ciclo de la naturaleza para reducir la huella ecológica del despilfarro a través de la utilización de productos biodegradables y los más extremistas abogan por replantear todo el sistema económico para abandonar la sociedad de crecimiento, acabar con la sobreproducción y el sobreconsumo y liberar tiempo para desarrollar otras formas de riqueza. Para sus detractores, esto significaría volver a la Edad de Piedra.

De un modo más práctico y sobre todo en lo referente a productos electrónicos, diversos tutoriales orientan al consumidor al modo “hágalo usted mismo”. Uno de los ejemplos más comunes es el fallo inesperado de nuestra impresora. Al llevarla al fabricante o al servicio técnico, lo más común es que nos recomienden adquirir una nueva ya que el precio de la reparación es mayor al de una nueva compra. Sin embargo, en la fabricación de algunos modelos los ingenieros incluyeron un chip a modo de contador para que una vez llegados a un determinado número de impresiones la impresora deje de funcionar y si uno mismo  es capaz de desbloquearlo, o de investigar a través de foros, blogs etc. para aprender a hacerlo, habremos combatido a la obsolescencia programada y aumentaremos el número de páginas a imprimir y el tiempo de vida de nuestra impresora… al menos hasta que se acabe la tinta.


XABI Y LAS OFERTAS DE EMPLEO


Xabi tiene 37 años, es bilbaíno como yo y nuestra amistad se basa además del hecho incuestionable de compartir Bilbao en que es muy buena gente, de esos que por desgracia cada vez van quedando menos…

Cuando la vida nos llevó a quedarnos en ciudades diferentes seguimos manteniendo el contacto con asiduidad al principio y con periodicidad socialmente recomendable después: cumpleaños, Año Nuevo y alguna que otra visita esporádica regada siempre con vino de la tierra, horas de charla y alguna que otra gamberrada inconfesable. Desde hace un año retomamos el contacto asiduo porque tras una larga ausencia, ha vuelto a Bilbao.

Su retorno ha sido obligado por circunstancias laborales, o más bien por la falta de ellas. Pese a su doble titulación universitaria y sus doce años de vida laboral ininterrumpida, anda desde entonces en interminables procesos de selección de personal, entrevistas, “dinámicas de grupo” (tendríais que oírle contarlas, para reír hasta las lágrimas) y demás historias de tantos trabajadores de este planeta. Historias que yo también comparto, por haberlas vivido.

Como le conozco bien y sé que tras las interminables cenas, las risas y las tertulias hasta el amanecer se esconde un profesional serio, responsable, dinámico, comprometido con los proyectos en los que participa además de extraordinariamente bien formado académicamente, me extrañaba sobremanera que tras varios meses de búsqueda, siga cobrando el desempleo, y en la última tertulia de este fin de semana así se lo hice saber:

-“Te contesto por e-mail, que se me amarga la tarta de queso”, me dijo como respuesta.

Pensé que no le apetecía hablar del tema delante del resto de los amigos, y lo dejé estar. Pero como es hombre de palabra (de ésos también van quedando pocos) hoy he recibido su respuesta, en forma de oferta de empleo enviada esta misma semana a su cuenta de correo y que os paso a contar, textualmente:

“Incorporamos (…) “15 primeros días de prueba, si la persona logra objetivos, se realiza contrato a media jornada, remunerado según convenio de oficinas y según la categoría de la persona (…) La persona candidata debe realizar una preselección presencial en Madrid (…)

Corrigiendo las innumerables faltas de ortografía del mensaje original, que ya es mucho conceder, el resumen es el siguiente: usted se traslada hasta Madrid pagándose el viaje de su bolsillo, obviamente, para en caso de que sea seleccionado, empezar trabajando quince días gratis y sin contrato, pero facturando para la empresa desde el primer momento. Si no logras objetivos, no sigues, pero la ganancia que generes hasta ese momento se la queda el empresario, que para eso paga sus impuestos (se supone). Si logras objetivos, eres premiado con un contrato a media jornada y se te pagará, esto es lo bueno, “según la categoría de la persona”. O sea, que como Xabi es tan buen tío, un tío de categoría, se va a llevar una pasta gansa siempre y cuando logre convencer al imbécil iletrado que ha redactado la oferta de lo importante que es expresarse con corrección.

Y lo demás que Xabi me dice en su correo os lo podéis imaginar. Lo triste que es estar estudiando ocho años para logar a base de esfuerzo sus dos titulaciones, trabajar lejos de tu casa, familia y amigos durante otros tantos y tener que soportar ahora a un presunto empresario que busca  esclavos para aprovechar la situación de necesidad de la gente para forrarse. Un tipo, o grupo de tipos, que representa fielmente a una parte de la clase empresarial de este país, clase comandada por un impresentable como el presidente de la CEOE. Jugadores de ventaja, embaucadores y lo que más le molesta (y a mí): caraduras de la peor clase que se hicieron de oro gracias a la burbuja inmobiliaria y ahora piden ayudas públicas para ayudarles a vender los pisos que les quedan en cartera tras arruinar, con la connivencia de bancos y cajas de ahorro, sociedades de tasación y notarios, a tantos y tantos trabajadores.

Me dice además Xabi que sólo hay algo que le tranquiliza: saber que cuando las vacas eran gordas y se llevaba a casa su generoso sueldo (no lo niega) no les dio, a ninguno de ellos ni un solo euro de su bolsillo, porque vivió (y vive) de alquiler, invirtió sus ahorros con la firme convicción y la habilidad suficiente –“es lo que tiene la formación, para eso me ha valido”, dice- para que ninguno de ellos viera un solo céntimo de lo ganado con el sudor de su frente.

Xabi sólo les culpa a ellos. Ni a Zapatero, ni a Rajoy, ni a Obama -“ni a Dios ni al Vaticano, que también tendrían algo que ver”, me dice- Afirma mi amigo, y yo lo comparto, que todos ellos son meros actores secundarios en una película mucho más coral, por desgracia.

Estoy tan convencido de que Xabi saldrá adelante como de que la solución a muchos de estos problemas sólo pasa por un amplio consenso social y político, a unas soluciones globales para problemas globales… pero esa no es la historia que hoy quería contar…

Ánimo amigo.

ABRE LA BOQUITA...


Hasta ahora, siempre he gozado de una buena dentadura. A mi cada vez más provecta edad, sólo un cuerpo extraño adornaba mi boca: un empaste allá por la década de los ochenta,  y sólo las visitas obligadas al dentista para una limpieza rutinaria cada tanto.

Pero mi dentista, harto supongo de hurgar en caries ajenas desde su más tierna juventud decidió un buen día hacer las maletas y marcharse a conocer mundo con el bolsillo bien forrado por los billetes de los que no gastaron tales en cepillos de dientes. Que se jubiló, vaya.

Como soy bastante perezoso en lo tocante a elegir candidatos/as para cualquier aspecto de mi vida, me decidí por lo fácil: acudir al mismo que mi compañera de piso, y acabé abriendo la boca ante un matrimonio de odontólogos muy “chupis”, argentinos reconvertidos en santanderinos adoptivos de toda la vida, que ya se sabe… consulta en el chalé del Sardinero, revistas de golf en la sala de espera y todo la necesaria parafernalia de aquel que quiera triunfar entre los pudientes de esta nuestra capital de provincias.

El tipo parece bueno, me recomienda unas limpiezas más profundas de las encías para prevenir no se qué enfermedad y uno que es confiado da el OK como solo un caballero puede darlo en estos casos: con la boca llena de babas. Total, que media docena de indoloras visitas después (que toda hay que decirlo) y con un puñado menos de euros en el bolsillo uno ya se encuentra preparado para la tregua cuando, ¡oh sorpresa! escucha estas crueles palabras al otro lado de la mascarilla: “Óscar, se te está partiendo el empaste, conviene quitarlo y poner una funda”.
Veintitantos años más tarde tengo que decir adiós a ese pedazo de masilla que tan buenos momentos  ha compartido con el menda: ¡cuántos solomillos masticando juntos! ¡cuántos tragos compartimos! Algún que otro órgano muscular situado en cavidad de boca ajena, propio de los vertebrados y que sirve para gustación, para deglutir y para modular los sonidos que les son propios le ha acariciado, que uno tiene su pasado… En fin, hasta la vista viejo amigo y demos la bienvenida a la funda, que no es lo que yo pensaba sino que más bien parece una “muela opositora”, la pobre quiere ser funcionaria con su plaza ganada en una cómoda encía. Advierto a mi dentista de un dolorcillo que me ha aparecido desde las últimas visitas en la zona de la manipulación, pero el flamante golfista no parece darle mayor importancia…
Cuatrocientos cincuenta “euretes” después, ya me veo librado de ese cómodo sillón para una temporada y me permito hasta bromear después del sablazo con la similitud entre la consulta del dentista y el parlamento: en ambos lugares acude la gente para abrir la boca y acaban por no decir nada. Mientras la fundita y yo nos vamos haciendo amigos a base de demostrarla lo que la espera (abril ha sido mes de numerosas celebraciones gastronómicas) el dolorcillo acude de cuando en cuando al principio, constante después a mi boca: nuevas visitas al cómodo sillón para llegar a la conclusión de que tengo una gran infección, que al parecer se me debe haber producido sola, porque el del pijama verde no encuentra relación entre sus excavaciones y el molesto percance.
Y esta es la historia de cómo me he quedado sin muela, porque todo ha acabado con antibióticos, radiografías (a buenas horas, joder) y el adiós definitivo a ese pedazo de mi cuerpo en un proceso tan rápido como sorprendente. El caso es que ahora toca poner “un puente” que no se qué coño es, pero a mí me suena de pena, y he tenido que charlar, por una vez en mi vida, muy en serio con el tío este del pijamilla para aclararle varios puntos referentes a mi economía, a la suya y a la del Estado, porque más de setecientos euros después, todavía no he visto una puta factura y ante mi petición el tipo me casca que me tendrá que cobrar el IVA, intento loable por su parte, pero por suerte o por desgracia uno ha tomado ya muchas cañas y hasta el momento nadie ha tenido los cojones de pedirme el IVA después de haberlas pagado.
Aclarado tal punto, con alguna referencia a la ley, a las hojas de reclamaciones que no posee en su monísima clínica (y que le costará, llegado el caso la pertinente multa) y a mi particular opinión sobre los defraudadores de guante blanco (aunque sean éstos de látex teñidos por mi sangre caliente), pasamos a negociar el precio del famoso puente con la advertencia necesaria de que el precio de tal puente será necesariamente compensado por su chapuza con la fundita. Y por si no quedó claro antes, le explico mi experiencia en el azaroso mundo de la licitación de obra pública y le advierto antes de que me presente el presupuesto compensado que este cura se distinguió modestamente durante su trayectoria en Florentino´s Land y sus puentes (los de verdad) por no comerse ni un solo aumento de precio de ningún proveedor de hormigón despierto. Para aclarar posturas, vaya.
De forma que a la espera de tal presupuesto estoy, con la duda trascendental de sí realmente aquel empaste se iba a romper o no. Dudo porque hasta donde llego, este gremio no jura a Hipócrates y siempre he tenido la opinión (ahora es casi una certeza) de que se comportan (algunos) como los del taller del coche cuando lo llevas a cambiar el aceite y lo recuperas con el estibador del spoiler derecho suspendido por la juntilla de la tuerca del hidráulico para evitar la perforación de la tapa del váter, o algo así, basándose en el desconocimiento del paciente, “usuario”, parece que se llama ahora, para trabajar sólo tres días a la semana diez meses al año y encima escamotear facturas a una Hacienda a la que este servidor tendrá que pagar una pasta dentro de un mes y pico. Manda huevos, que dijo Trillo Figueroa.

Al próximo sujeto (o sujeta) que me quiera hurgar en la piñata, le voy a exigir que me deje grabar las actuaciones para despejar dudas, así como las televendedoras de cuchiflitos varios que te dicen que te graban la conversación para mantener la calidad del servicio ¿?

Y ahora, con ese pedacito de mi cuerpo mirándome entristecida desde la cajita en la que amorosamente la he colocado para recordar siempre los buenos tiempos vividos,  tengo que llenar este vacío en mí y someter a las muelas supervivientes a una dura prueba en ausencia de la compañera tan tristemente caída.

La nécora espera.

Suerte que tengo, oye


El día perfecto gracias a Internet...

Cómo está la cosa del  Interweb”, que diría el gran Santi Ugalde de Vaya semanita y Qué vida más triste. Al abrir mi cuenta de correo electrónico hoy me encontrado con grandes noticias.

Por un lado acabo de ser agraciado con un premio de la conocida Lotería Australiana: hasta el momento desconocía hasta ser jugador de tal sorteo, ¿será cosa de mi traviesa y querida compañera de piso?  Total, que me informan que me he levantado una pasta, pero que tengo que facilitarles mis datos personales y mi número de cuenta corriente (para el ingreso, obviamente), de manera que os comunico que en breve os citaré a todos para “pasaros por el morro” mi nueva condición de millonario… Ya me estoy viendo por el Paseo de Pereda con mi nuevo Masseratti y mi cada vez más escasa melena al viento, zapatos berlusconnianos (Italia es él), un peluco de quince mil euros como el que le vi manosear a un señor el otro día en una joyería de la Gran Vía, unas gafas de de sol de esas de relumbrón y a la moda santanderina camisa de marca y, evidentemente, jersey a los hombros, camino de las Hijas del tal Florencio ese, sitio al que nunca le he visto el encanto ni mucho menos la limpieza pero claro, ahora tengo que dejarme ver, que para eso tengo pasta (aunque sea australiana) y soy de Santander (adoptivo, aclaro).

Pero además, en el coche y en el bar (vale, taberna) no iré solo: seis, sí, seis señoritas rusas y ucranianas me han declarado hoy vía mail su interés hacia mi oronda persona: fastidiaros, amiguetes casados y solteros heterosexuales, cuando me veáis del brazo de tales señoritas (las imagino tan hermosas como complacientes, obviamente) pidiendo champán francés (nunca cava catalán, ahora soy de esa clase) y jamón de Jabugo. Sin pan, que es de ignorantes. Es curioso, con la cantidad de veces durante los viajes al extranjero que me habré cruzado con millones de señoritas de éstas y jamás sus miradas se detuvieron en mis anhelantes ojos… Seguro que es por timidez, otro rasgo femenino que en mi nueva condición de nuevo rico conservador y santanderino admiro en la mujer, de manera que me lanzo a contestar los correos y, por supuesto, a ingresar las cantidades monetarias que me solicitan,  supongo que será para teléfono, y poder oír así sus eslavas y dulces voces. Ardo en deseos de recibir su cariñoso agradecimiento, de seguro acompañado de otra petición económica, para el billete de avión, se entiende.

Y, en el colmo de mi dicha, otro correo ilumina este gris y cantábrico día: por si acaso no tuviera yo las fuerzas suficientes para contentar a tantas y a buen seguro tan fogosas doncellas de tan lejanos y exóticos nombres y lugares, un amable caballero me ofrece una docena de botes de “Vinagra” a un precio francamente bueno, asegurándome los resultados oportunamente satisfactorios tras su ingesta. Pues nada, hay que ser previsor: a comprar tocan, que total, será por dinero… Lo que me extraña es que no tengo que poner mi dirección en ninguna parte, no sé cómo me lo harán llegar…

Finalmente, la Red se ha dado cuenta antes que yo de que necesitaré un domicilio digno para poder recibir a las rusas, guardar el coche y almacenar las pastillas azules de los cojones, nunca mejor dicho, y una amable inmobiliaria de esas de Santander de siempre, con sus “asesoras” comerciales cuarentonas, rubias teñidas, de café diario en los sitios in de la capital de la provincia y todo, me ofrece un exclusivo piso con vistas al mar de dos habitaciones, cocina y dos baños (entiendo que tendrá también salón, pero no lo pone) en la zona de la Autovía del Sardinero por 750.000 euros. Un chollo, vaya.

De manera que, queridos, pobretones y leales ex amigos y amigas, me despido de vosotros, ya veis que no os necesito, la web es mi nueva amiga. Sin moverme de la silla me ha hecho millonario; deseado, sexualmente infalible y propietario de inmueble. Todo en diez minutos y además, sin pedir nada a cambio, es más, ni tan siquiera necesita de mi propia declaración para adelantarse a mis deseos…

Qué suerte he tenido, joder.



No me gusta volar (en avión)


No lo puedo evitar pese a que una de mis canciones predilectas es Learning to fly de Tom Petty, no me gusta volar en avión. Y no es que, como en otros casos de temerosos pasajeros, sufriera en el pasado turbulencias, aterrizajes forzosos o problemas aéreos de diversa índole: la verdad es que todos los pilotos a los que he confiado mi vida se han portado como buenos profesionales y me han depositado en mi destino sano y salvo, sin incidencias desagradables y con todas las piezas del avión en su sitio, o al menos eso creo...

Tampoco es que aquella tristísima canción de Nino Ferrer, La rúa Madureira, me traumatizase, que casi casi, porque mira que es cruel la cancioncita...Simplemente, es que no lo veo natural. Que un cacharro construído por el hombre desafíe la ley de la gravedad transportando en su panza a un puñado de personas no me cabe en la cabeza pese a los cientos de veces que me han explicado mis amigos o familiares (que son dos categorías distintas) todo eso de la seguridad, la física y todas esas sesudas materias.

Como para casi todo, he construído una teoría para explicar las pocas ganas que tengo de subir a los aviones.

Creo que lo que me molesta es razonar sobre la cantidad de gente que interviene en el proceso de un viaje en avión y que no puedo controlar. Estamos dentro de un avión, a merced de los siguientes colectivos, entre otros: pilotos, controladores del aeropuerto de salida, del de llegada y de los de la itinerancia, mecánicos en aeropuertos de salida y llegada, los tíos del coche del FOLLOW ME que no se como se llaman, los del catering, los de las maletas, los policías de los controles de seguridad (y qué controles), operadores de radio, azafatas (y azafatos), etc... por no hablar ya del tío que diseñó el avión y todo el mogollón de gente que intervino en el proceso de construcción de todos esos miles de piezas, además de la pila de funcionarios que seguro intervinieron también en algo.

Dependemos de que toda esta gente no tuviera un mal día en el momento en que pusimos nuestras vidas en sus manos, no estuvieran sufriendo una horrorosa resaca o borrachera (que de todo se ha visto), no estuviesen a punto de someterse a un tacto rectal (o a un ERE, que es lo mismo) o no les hubiera dejado su pareja entre otras miles de circunstancias que pueden hacer que un ser humano tenga un momento de descuido en su trabajo.

De forma que cuando me toca subir a un aparato de estos, porque una cosa es tenerle respeto a la cosa y otra diferente es desaprovechar las oportunidades que esa cosa ofrece, procuro recordar a aquella azafata (perdón, quise decir auxiliar de vuelo femenina) del vuelo que me llevó a las frías tierras de Escandinavia: cuerpo escándalosamente hermoso, ojos negros, sonrisa perfecta y voz cálida. Mientras me ponía la cervecita, me preguntó que por qué estaba tan serio. "Me da miedito" dije con más o menos sincera inocencia, esperando que al viajar sólo me hiciera compañía en aquel asiento de la primera fila. "Usted no despegue los ojos de mí", me dijo la uniformada venus, "si me ve nerviosa, póngase usted nervioso, y si no... a disfrutar de las vistas", me dijo, eso sí, señalando la ventana para no dar lugar a equívoco.

Y vaya si dió lugar a equívoco, aún hoy en el avión me amarro el cinturón diabólico ese del asiento, cierro los ojos y recuerdo a Elsa, se llama (fijarse en el tiempo verbal)  igual que la canción de los tiempos estudiantiles, esperando que su voz cálida me vuelva a ofrecer otro zumo de cebada mientras ruego que todos aquellos que tuvieron un día  algo que ver en mi vuelo, gozaran ese día de una magnífica y feliz  jornada