martes, 8 de diciembre de 2015

Pasando de órdagos



Pues nada, ya pasó el televisivo y nada decisivo  “Debate a cuatro” sobre las elecciones generales del 20-D. Andan el día después los medios y redes sociales pegándose por dar la más sesuda opinión sobre la realización y ejecución del mismo, y especialmente por dilucidar quién de los cuatro políticos ganó el debate, si es que lo sucedido ayer merece tal nombre. Más allá de las opiniones sesgadas de siempre en función de quién paga las nóminas de los medios de comunicación, todos tenemos nuestra opinión. Faltaría más: somos españoles.

Para mi, el asunto ha tenido un claro y contundente vencedor: Mariano Rajoy . Hay un dicho en el mundo del juego mus que dice que "si al mus quieres ganar, no te canses de pasar". Dejar que los demás se equivoquen hasta que llegue tu momento. Y en aplicación de ese principio, el candidato popular ha ganado con su inasistencia, no queriendo jugarse ese "órdago a la grande" mucho más que todos los demás con su presencia. Es evidente que Mariano no es un animal televisivo, ni siquiera un orador brillante. Y lo que es peor, fuera de los guiones escritos y memorizados, de las comparecencias a través de un plasma y de las entrevistas amables en medios afines, Rajoy es en un sentido comunicacional, un absoluto inútil. Sus meteduras de pata fuera de ese ámbito de comodidad, son constantes y ya famosas.

No tiene la más mínima capacidad de improvisación, ante la juventud del resto de candidatos hubiera quedado como un señor mayor torpe y balbuceante, con su mirada perdida nos hubiera puesto aún más nerviosos de lo que estamos por lo que se avecina tras las elecciones y no tengo duda de que hubiera sido presa fácil de los otros tres contendientes con más mordiente, frescura, oratoria y en muchas de las cuestiones fundamentales que se trataron ayer, razón. 

Dejar fuera del debate al presidente del Gobierno es desde un punto de vista moral y político, una absoluta vergüenza, pero desde un aspecto estrictamente comunicativo, un gran acierto.

De manera que felicidades, don Mariano. Con su falta de respeto a los votantes ha ganado. En cualquier otro país de ese entorno que tanto admiramos pero al que no hacemos nada por parecernos, su escaqueo le hubiera costado el puesto. Pero aquí, no. El acierto de sus temerosos pero realistas asesores le ha salvado nuevamente del desastre electoral.

Tal vez no exista en la historia de la Humanidad un representante político que base sus éxitos en la más absoluta inacción. El famoso estafermo de Pedro J. Ramírez una vez más vuelve a triunfar en lo político.  Dejar pasar y esconderse como programa de comunicación pública.


Nunca nadie con tan poco llegó a tanto. Enhorabuena, presidente.