Dentro de las continuas
sorpresas que nos encontramos los profesionales de la comunicación en nuestro
trabajo diario, debo confesar que en el ámbito de la información musical el
asunto alcanza cotas nepalíes.
Y no es solamente por la
falta de formación de muchos que se dedican a esto sin más formación que la de
ser meros aficionados a tan noble arte, quienes se permiten además elaborar
sesudas (y a veces hilarantes) críticas sobre la labor ajena sin ninguna
vergüenza, preparación ni tino.
El problema es cuando los
propios profesionales caen (caemos) en errores que con un poco de atención,
convertirían nuestro trabajo en algo más fácil para nosotros y más efectivo
para los artistas sobre los que tratamos. A modo de ejemplo, puedo contar
nuestra experiencia informativa en los festivales musicales. Y no me refiero a
los de música clásica, en los que por suerte o por desgracia se suele contar
con el amparo de las instituciones públicas y son los propios gabinetes de
prensa de esas administraciones las que se encargan (mal que bien) de facilitar
el trabajo a los profesionales.
Pero otra cosa ocurre con
festivales de música pop, rock, electrónica etc, generalmente producidos por la
empresa privada y en los que, en el mejor de los casos, se contrata a una
empresa de comunicación para encargarse de este trabajo. En algún caso, y de
manera intolerable, se exige que el medio que desee acreditarse para cubrir el
evento publique un mínimo de noticias previas sobre la celebración, lo que a
nuestro juicio supone de entrada un chantaje poco elegante. Pero al menos, uno
espera que con tales condiciones, el trato sea después el adecuado para poder
trabajar en condiciones óptimas. Ilusos …
En algunos casos, recoger la
acreditación suele ser más complejo de lo que pudiera parecer, siempre suele
pasarle a alguien que su apellido no está correctamente copiado, que si le DNI
no concuerda, que si “a mi nadie me había
dicho…” Pero una vez superadas las barreras físicas y mentales, cacheados,
revisadas cámaras y portátiles, bien toquiteadas nuestras herramientas de
trabajo, empieza lo bueno. A los compañeros gráficos les suelen situar en un
espacio cerrado, limitando así su capacidad de acción y lo que es más
sorprendente, se les expulsa de tal redil pasados los quince primeros minutos
de actuación. Y ahí te las compongas. A los redactores no les enjaulan, de
hecho no suelen contar con ningún espacio donde situarse y pedir una conexión
wifi para enviar tu trabajo in situ …
mejor no intentarlo. Salvo para los medios generalistas, no suelen facilitar
entrevistas con los artistas, ni se suelen celebrar en muchos casos ruedas de prensa previas.
Pero acabemos con esperanza.
También hemos asistido a festivales de menos renombre, con menos presupuesto y
donde un único compañero se encargaba de recibirte, acompañarte a una ubicación
específica y ponerse a tu disposición para cualquier cosa que necesites.
Interesarse por los medios que podrías necesitar, facilitarte el acceso a
cualquier zona del festival, entrevistas … Y si ya que te vas a pasar
trabajando una serie de horas en un ambiente que no necesariamente tiene porqué
gustarte, ese compañero te ofrece como detalle una cerveza y/o un bocata para
poder afrontar la próxima actuación (coste aproximado del dispendio, 2 euros) y solo con semejante y oneroso chantaje emocional ya te inclina a volver el año que viene,
llueve o nieve, para contarle a tus lectores lo que pasa, cuando pasa, cómo y
dónde pasa y especialmente, si verdaderamente merece la pena pasarlo.
Barato que es uno.
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